sábado, 9 de agosto de 2008

Referendum Revocatorio



Ciertamente, el contexto en el que la nación sudamericana se aproxima a esa cita no es el idóneo. La semana que concluirá con esa consulta pública ha estado marcada por acontecimientos violentos, protestas, montajes y, en conjunto, un clima político inestable, calificado por las autoridades bolivianas como el “umbral de un golpe de Estado”. El martes dos mineros resultaron muertos tras los enfrentamientos con la policía en Oruro, y grupos opositores intentaron tomar el aeropuerto de Tarija, donde Morales esperaba recibir a sus homólogos de Venezuela, Hugo Chávez, y de Argentina, Cristina Fernández, quienes finalmente cancelaron su visita. Anteayer la oposición encabezó nuevos cercos en las terminales aéreas de la ciudad de Sucre –donde Morales debía encabezar las celebraciones por la independencia de Bolivia–, así como en Santa Cruz y Trinidad, donde el mandatario tenía pensado realizar actos proselitistas. A estas protestas habrá que sumar las “huelgas de hambre” iniciadas por algunos dirigentes cívicos cruceños, quienes, aunque afirman que “no es una estrategia para boicotear el referéndum”, presumen el apoyo de la oposición política boliviana.



Esta situación, a su vez, se da en un contexto general de confrontación entre dos proyectos de país: uno basado en el poder de la gente –en particular, de las mayorías indígenas históricamente excluidas–, de carácter progresista y comprometido con las transformaciones sociales que Bolivia requiere con urgencia; el otro se encuentra articulado en torno al poder del dinero y obedece a los intereses de la derecha boliviana y de los grandes conglomerados trasnacionales por recuperar el control sobre los recursos naturales del país, que el gobierno de Evo Morales les ha arrebatado paulatinamente con el fin de restituirlo a la nación. Detrás de todo esto se encuentra, por añadidura, la mano no tan invisible de Washington, que, de acuerdo con denuncias del gobierno, ha impulsado desde las movilizaciones opositoras hasta el secesionista referéndum sobre el “estatuto autonómico” de Santa Cruz de la Sierra.

El arribo de Morales al poder, en 2006, evidenció el resquebrajamiento de un modo de gobernar y de hacer política en Bolivia caracterizado por el divorcio de la elite en el poder –políticos, empresarios, terratenientes y agroexportadores– de las necesidades mayoritarias de la población. Desde entonces, la oligarquía nacional ha empeñado sus esfuerzos en minar una administración que ha trastocado sus históricos privilegios. En esa lógica se han inscrito acciones como el torpedeo constante a la Asamblea Constituyente, el referido impulso a los proyectos autonómicos –una demanda añeja que ha sido retomada como instrumento de golpeteo político–, la confrontación de los clanes exportadores de aceite y soya con el gobierno, la apuesta de la oposición por el fracaso del referéndum revocatorio y los lamentables acontecimientos de esta semana.

Tal circunstancia, sin embargo, a cuyo mantenimiento apuestan los grupos opositores al gobierno boliviano, al parecer con miras a su agotamiento y debacle, resulta ya insostenible. Es esencial que el referéndum revocatorio del domingo derive en un redimensionamiento de la correlación de fuerzas en Bolivia, dote a la nación de estabilidad y abone a la normalización de su vida pública e institucional, elementos imprescindibles para avanzar hacia un nuevo orden en el que se privilegie a las mayorías, y en el que se combata el atraso, la desigualdad y la miseria históricas en ese país.

Hasta ahora el pueblo boliviano y sus dirigentes han sabido sortear con éxito las maniobras emprendidas por la oligarquía. Cabe hacer votos para que después del domingo, esa nación salga fortalecida, unida e independiente.

La oposición al perder alguna prefectura se fortalecerá en las prefecturas no perdidas, e incrementará la violencia encubierta en las zonas donde haya ganado el MAS y sus seguidores. Eso nos espera después del 10.

¿Pero qué pasará el domingo 10? Obvio la violencia se hará cargo y carne de las zonas donde el MAS tiene posibilidades de contrarrestar a los medialunáticos. Existirán grupos de jóvenes "inocentes" los cuales se agruparán bajo distintos e "inocentes" pretextos (ejemplo: jugar futbol en la calle) y obstaculizarán y atemorizarán a los potenciales votantes a favor del MAS. De tal modo que casi "ningún indio de mierda" pueda llegar a los centros de votación, so pena de ser agredido por esos jóvenes "inocentes". Otra de las estrategias que los medialunáticos aplicarán será la de boicotear los centros de votación, llenar de votos basura las urnas (papeletas falsas), secuestrar urnas, cambiar urnas, etc, etc. Obvio todo en un clima de violencia que ya lo han venido calentando desde hace días.