Fue impresionante. Ese era el comentario generalizado. Se referían a la parada de pueblos originarios y soldados, de ponchos y uniformes, de flechas y fusiles, que se realizó este 7 de agosto en Santa Cruz. Toda la parafernalia agitada por los promotores de la catástrofe y el divisionismo, que reflejaron con deleite los medios interesados, se transformó en aplausos y elogios.
¿Qué ha sucedido?, ¿puede, la marcialidad y la disciplina, disolver las incertidumbres y transformar los odios? No. No puede ser tan simple. Hay algo que a veces, muchas veces, escapa hasta a los ojos más experimentados. Lo digo por el comentario escrito por un compañero que, casi con timidez, se atrevía a decir: “esperemos que la calma, la serenidad se imponga”. Lo cierto es que no se trataba de buenos deseos.
La orquesta descontrolada
Desde hace ya dos años, cuando la derecha se rearmó para enfrentar el avance de las fuerzas populares, fue evidente que no tenía un programa que la sustentara. Todo se reducía a pronosticar el desastre. Lo hizo permanentemente desde entonces. Su campaña electoral, con menos tino que nunca, se redujo a un esquema repetido: con Evo Morales, el país quedará dividido, aislado, huérfano y nos quitarán nuestras tierras. La aplastante victoria del pueblo, que duplicó su esmirriada votación, los dejó en silencio durante varias semanas.
Poco después volvieron al ataque con la misma copla: el país va a dividirse, porque cambiarán la bandera tricolor por la wiphala y, además, van a quitarnos las tierras que compramos.
Aquello tampoco resultó, pues les fue peor en las elecciones para la asamblea constituyente. Instalada ésta y como, ni todos reunidos le cambiaron tonada al mismo verso: dos tercios es democracia, para que no nos quiten la tierra. Y allá fueron los dos tercios, de los que inmediatamente se desentendieron.
De modo que, cuando se advirtió que iba a producirse un aumento de precios, gritaron de nuevo: ¡se viene la inflación!, ¡se viene la inflación!, ¡y quieren llevarse nuestras tierras!
Pero los espantos duran poco cuando se hacen con pompas de jabón. No tuvieron mejor idea que agitar la infantil idea de la invasión (sí, sí; así como suena) poco antes de la hace tiempo anunciada parada cívico-militar. ¡Vienen los ponchos rojos!, ¡no aceptaremos tamaña ofensa!, ¡hay que prepararse para repeler la agresión!, ¡y no se atrevan a tocar nuestras tierras!
Mucho ruido hace el ratón
El extraordinario espectáculo de los representantes de los pueblos originarios, marchando junto a los oficiales, cadetes y soldados de las fuerzas armadas, no dejó espacio a ninguna especulación. El pueblo cruceño se desbordó para asistir a ese desfile calificado como espectacular.
¿Qué pretexto usarán mañana para gritar otra vez: ¡el país se divide!, ¡quieren llevarse nuestra tierra!? Vaya uno a saber. De lo que podemos estar seguros, es que no será más que otra pompa de jabón.
lunes, 20 de agosto de 2007
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